Kosovo en su particular viaje

El día en que Kosovo decidió proclamar de forma unilateral su independencia emprendía un viaje incierto y dificultoso hacia un lugar que aún hoy sigue definirse. No era un camino recto, era un camino con curvas, subidas, bajadas, baches y otros impedimentos. El mismo camino que hoy deben de realizar sus jugadores de la selección nacional de fútbol para jugar sus partidos.

Y es que Kosovo, a pesar de no ser reconocido como un Estado por varios países como Serbia, Rusia o la misma España, obtuvo el reconocimiento internacional de la FIFA en el mes de Mayo. Un reconocimiento que fue celebrado por todo el país, pues permitía a su selección nacional disputar partidos oficiales contra otras selecciones. Gracias a ello, ahora Kosovo participa en la fase de clasificación para el Mundial de Rusia de 2018, curiosamente un país que tampoco lo reconoce como tal. Sin embargo, Kosovo es tan pequeño y pobre que no tiene un estadio que cumpla con la normativa necesaria para disputar sus partidos y cuando juegan de local tienen que desplazarse a Albania, país que sí lo reconoce y de donde provienen la mayoría de jugadores que juegan en Kosovo.

Pero los problemas de esta particular selección no acaban en su falta de estadio donde disputar los partidos. El próximo partido de Kosovo se disputará en Polonia, aunque Kosovo se enfrentará a Ucrania. Y es que Ucrania no reconoce la legitimidad de Kosovo como país y por ello rechaza acoger el partido.En lo futbolístico, Kosovo es un equipo formado por jugadores de un nivel muy bajo y sus partidos suelen acabar en goleada. El último ante Croacia lo perdieron 6 a 0. Con su nivel, no tiene opciones de clasificarse para el Mundial de Rusia de 2018 pero si lo hiciese, seria curioso ver que sucedería, pues Rusia no reconoce la legitimidad de Kosovo y se negaría a que Kosovo participara en su Mundial.

Ante estas situaciones, el fútbol vuelve a demostrarnos que va más allá del simple deporte. Su dimensión alcanza todos los ámbitos, y en este caso ha impactado de pleno en la política europea.  La pelota y los jugadores son solamente una parte de un deporte con un poder inimaginable.



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