Cuando el alemán Thomas Müller remataba completamente solo un córner lanzado por Toni Kroos para poner el 0-1 en las semifinales del Mundial de Brasil nadie podía prever lo que vendría después. Esa jugada era el preludio de lo que a partir de hoy será historia viva de este deporte. Y es que hasta 5 goles llegó a encajar la selección de Brasil en menos de 29 minutos, y dos más en el segundo tiempo. Los tantos iban cayendo uno detrás de otro frente a la incredulidad de los aficionados brasileños que lloraban desconsolados en las gradas del Estadio Mineirao. Ese había de ser su Mundial, pero llegaron los alemanes y les abrieron los ojos de golpe.
En medio de todos los análisis y comentarios hay que destacar el baño táctico de Joachim Low a Filipe Scolari. Brasil ha sido un juguete roto en manos de una selección alemana que ha sabido explotar a la perfección cada una de las debilidades brasileñas. La presión inicial ejercida por Khedira, Kroos, Ozil, Müller y Klose ha ahogado la salida de balón de los brasileños en los primeros minutos y los ha obligado a lanzar balones en largo de forma continua. Los pases precipitados de la defensa de la canharinha, totalmente desaprovechados por los delanteros brasileños, han permitido que Alemania recuperará el balón con suma facilidad y iniciase rápidas transiciones ofensivas. Pasan los años, los jugadores y los entrenadores pero el fútbol alemán no cambia. Recuperación, pase, pase, chut y gol. Brasil firmaba su sentencia de muerte mientras Alemania demostraba que el fútbol es más sencillo de lo que uno cree.
Sin embargo nadie hubiese pensado en este resultado. Un 1 a 7 de escándalo que Brasil ya nunca podrá olvidar. Pero si el fútbol es un deporte tan querido es porque esconde caminos impensables que nadie puede predecir. Alemania ha conseguido dejar lo del Maracanazo en una anécdota y le han sobrado 60 minutos. Hoy el fútbol escribe una nueva página en su historia. Y menuda página. Nadie en Brasil volverá a preguntar qué es la eficiencia alemana, ya la han descubierto.
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