Ronaldinho era un mago del balón, un
jugador capaz de enamorar a todo un estadio con su juego y sus filigranas con
independencia del equipo para el que jugara. Todos los estadios del fútbol español,
Bernabéu incluido, se rindieron a sus pies y le agradecieron hacer del fútbol
un deporte tan bonito. Su único problema estaba en la cabeza, en la fiesta, la
noche, las mujeres y las discotecas. Le gustaba demasiado la buena vida como
para tener que renunciar a ella cada fin de semana.
Aun así, y a pesar de que pudimos
disfrutar poco de su fútbol, Ronaldinho nunca defraudaba. Era un jugador único,
no era un goleador, no era un asistente, era un mago, un bailador con un balón
en los pies. Ronaldinho simbolizaba el arte del fútbol brasileño en su máxima
expresión. Sí, era un artista del balón. Y aunque sus vicios no le dejaron ser
artista durante muchos años, dejó obras para la eternidad.
0 Comentarios