Como cada año por
estas fechas, comienza el “baile” del balón de oro. Que si Cristiano Ronaldo ha
ganado la Champions y la Eurocopa. Pero Messi ha conquistado la Liga y la Copa.
Bale ha hecho una temporada extraordinaria y a ha llevado a su Gales hasta seminifinales.
Aunque Neymar, además de su magia, se hizo con el oro olímpico en Río 2016. Y
Griezman metió al Atlético en la final de la Champions, lo cual tiene
mucho mérito dado el potencial económico del equipo.
Bla, bla, bla.
El fútbol es un
deporte colectivo en el que todo el equipo gana o pierde. Ningún jugador puede
conquistar la gloria en solitario. ¿Qué hubieran sido de CR7 o de Messi sin las
recuperaciones de Modric o de Busquets? ¿Hubieran ganado todos sus trofeos sin
la inteligencia de Iniesta, las paradas de Keylor Navas o la fe de Sergio Ramos?
¿No fue Éder el héroe de Portugal en la final de 2016?
El balón de oro sólo sirve para incrementar la cuenta
bancaria (ya hablaremos de ello otro día) y el ego de su ganador. Tanto que
pronto tendrán que ampliar el salón dónde se celebra la ceremonia porque no
cabrán los dos: jugador y ego.
¿Balón de oro? no cuenten conmigo.
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