Miraba el
otro día un programa de televisión en el que entrevistaban al director de una
ONG de Badalona, que había centralizado todos sus esfuerzos en evitar que los
refugiados sirios sigan muriendo en las aguas del mediterráneo. Su ONG, como muchas otras, atendía a los
refugiados que llegaban a las islas griegas, un equipo lleno de excelentes
profesionales que había dedicado los últimos meses de su vida a avistar
embarcaciones a la deriva, salvar el mayor número de vidas posibles y dar un
poco de esperanza.
El caso es
que lo entrevistaban porque la Unión Europea había decidido premiar su labor,
aunque su felicidad por el premio recibido era más bien poca y no se esforzaba
en demostrar lo contrario. Se veía en su cara la contradicción de ir a recoger
un premio por un trabajo que no debería estar realizando, si los mismos
políticos que iban a entregárselo fueran capaces de dar una respuesta a tal
crisis humanitaria. Pero no nos desviemos, pues no soy yo quién va a descubrir
la inoperancia de la Unión Europea en cualquier cuestión que pueda ser considerada
como un conflicto internacional.
Sin
embargo, sí que me sirvió esta entrevista para hacer una reflexión sobre los
premios. ¿Y es que qué son los premios? Estatuillas que ocupan las estanterías
de las personas que los han ganado, y poco más. Leonardo Di Caprio consiguió
hace poco su primer Oscar, lo cual a mí modo de ver es una pena, pues un
Oscar para un actor como Di Caprio sigue siendo irrisorio. Era más divertido
conspirar sobre porqué nunca había ganado ninguno. Lo mismo sucede con el otro
Leo, sí, el que va vestido de corto y no suda ni una gota durante los 90 minutos
que dura un partido de fútbol, pero luego es capaz de meter los goles que
quiera y cuando quiera. Tiene 5 Balones de Oro, lo que podríamos equiparar a
los Oscars del cine, y me siguen pareciendo pocos.
Pero ahora
he entendido que el premio no son los Balones de Oro, ni los Oscars, ni las
estatuillas que te pueda dar la Unión Europea, el premio es lo que hacen. Diferenciando
completamente lo que hacen unos y otros, ya que tiene mucho más valor ayudar a
refugiados de forma altruista que meter goles en una portería, he entendido que
el premio real son los partidos y goles que Messi nos ha regalado, las
películas de Di Caprio que ya forman parte de nuestra vida, y el trabajo que
día tras día realizan miles de personas anónimas para que otras miles de
personas anónimas puedan tener una vida mejor. Eso sí que son premios
verdaderos.
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