El otro día mi padre me preguntaba qué es lo
que pasa con los hooligans en la Eurocopa de Francia. Decía que no recordaba un
torneo de selecciones con tantos problemas de hooliganismo y que pensaba que
era un fenómeno que iba a la baja. Por desgracia, sigue habiendo hooligans en
el mundo del fútbol.
Lo cierto es que hace muchísimos años que
están. En España los conocemos más como ultras, y en los años 80 y 90 eran unos
habituales de los estadios. Ahora lo siguen siendo, pero su presencia ha
disminuido mucho. Los ultras o hooligans no son sólo aficionados, tienen influencia
dentro de los clubes y relación con las juntas directivas. Siempre han sido
violentos, van a los campos a animar, a emborracharse y a pegarse con los ultras
rivales. En España, tanto Real Madrid como Barcelona han tenido sus grupos
violentos con el beneplácito de sus juntas directivas. En la capital había los Ultra
Sur y en Barcelona los Boixos Nois. Usar un tiempo verbal en pasado puede
ser un tanto arriesgado, pues por mucho que se haya trabajado en su abolición
se siguen viendo banderas y bufandas de ambos grupos en el Bernabéu y el Camp
Nou. A pesar de ello, ambos clubes han conseguido ser ejemplo de cómo acabar
con la presencia de los violentos en los estadios de fútbol.
Pero el problema sigue vigente. La pasada temporada
murió un ultra del Deportivo de La Coruña a manos de ultras del Atlético de
Madrid, y la Eurocopa es un sinfín de peleas entre hooligans de distintas selecciones.
Destacan los rusos y los ingleses, dos aficiones con una amplia tradición en el
fenómeno del hooliganismo.
Para entender el fenómeno hooligan en la
Premier League os recomiendo la serie de películas Green Street Hooligans.
Os daréis cuenta de que el hooliganismo va mucho más allá del fútbol. Es un
problema social, algo se ha hecho mal para que haya personas que encuentren el
hecho de pegarse con otras divertido e interesante. Porque al final pegarse es
lo importante, dan igual los equipos y da igual el resultado, lo que motiva a
un hooligan es poder encontrar una afición rival que quiera pegarse con ellos.
Pero a pesar de ser un problema social, los
clubes tienen la responsabilidad de poner la primera piedra para su abolición.
Y es que mientras haya clubes y federaciones que miren hacia otro lado, los
hooligans nunca desaparecerán. Siempre habrá algún loco dispuesto a poner el
fútbol como excusa para poder pensar: I am a hooligan.
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