De pequeño siempre miraba el fútbol al lado
de mi abuelo, sentados en el sofá de su casa y en una tele que ahora
consideraría demasiado pequeña para ver nada, en una época en que los partidos
de Liga se daban en abierto y podías ver un Barça – Madrid sin tener que pagar
un céntimo. Aunque cabe decir que a nosotros nos daba igual quién jugará y que
competición fuera, lo importante es que había fútbol y que esa noche en la
televisión no se vería otra cosa.
La mayoría de veces jugaban equipos por los
que sentíamos poca afinidad sentimental así que buscábamos pequeñas excusas
para poder animar a unos o a otros. Lo que solía decantar la balanza era el
sentimiento de inferioridad que alguno de los dos equipos profesaba: aquél con
menos puntos en la clasificación o menor presupuesto era el que se acababa
llevando los ánimos y vítores que lanzábamos desde el sofá. Animar al más débil
no siempre traía alegrías, pero era lo que considerábamos más justo.
Recuerdo muy bien cuando el protagonista de
aquellos partidos era el Real Madrid. En ese caso no hacía falta buscar excusas
para animar a uno u otro, pues nuestro sentimiento barcelonista nos ponía las
cosas fáciles. En aquella época el Barça se paseaba por los campos del fútbol
español con más pena que gloria, no siempre se clasificaba para la Champions y
si ganaba una Liga dabas la temporada por excelente. El Madrid era un ogro al
que pocas veces solíamos vencer y siempre que mirabas la clasificación estaba unos puestos por delante. Fue en esos partidos del equipo blanco, sentado con mi abuela en
el sofá de su casa, dónde se gestó uno de mis traumas infantiles más grandes.
De pequeño no tenía ningún nombre específico para hablar de él, lo único que
sabía es que cuando se acercaba mi abuelo empezaba a murmurar “al
final lo harán, al final lo harán”, y sí, siempre lo hacían. Se refería al gol,
a ese gol que el Madrid siempre marca en el tiempo de descuento, en el último
minuto, cuando ya nadie daría un duro por ningún equipo menos por ellos. Ha
sucedido toda la vida, volvió a pasar ayer y seguirá pasando por muchos años. Es
el lema de los blancos “Hasta el final, vamos Real”, y es que no puede ser un
lema más acertado, son el equipo que nunca deja de creer, que siempre llega
hasta el final, que a veces hasta
habiendo perdido la fe se encuentra un córner, una falta, un rebote y acaba
empatando o ganando partidos que ya tenía perdidos.
Y es que pasan los años, los jugadores, los
aficionados y el fútbol evoluciona pero hay cosas que no cambian y lemas que se
quedan para siempre… y traumas que nunca se olvidan ni aún haciendo mucha
terapia.
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