El Barcelona del caos

A pesar de compartir liderato en Liga y estar casi clasificado para los octavos de final de la Champions League, no es un momento fácil para el Fútbol Club Barcelona. La institución ha entrado en un sinfín de cuestiones extra-deportivas que convierten a la entidad en una montaña rusa. Nunca sabes que es lo próximo que puede pasar. La cantidad de frentes que tiene abiertos el club dan para hacer una lista de la compra tan larga como la del día antes de Navidad. Parece que el Barça haya decidido ir contra el mundo, y es que aunque tenga las de perder, en la institución siempre se piensa que se va a ganar.

Uno de los frentes más polémicos es el de la FIFA. La prohibición de fichar jugadores durante dos mercados de fichajes se ha considerado injusta, malintencionada y traicionera. Al principio, el Barça anuncio una persecución contra su institución, una mano negra que quería acabar con los éxitos del club. Al cabo de un tiempo, después de haber creado las pertinentes teorías conspiratorias, dignas del mismísimo Hitchcock, el Barcelona admitió que había recibido advertencias por parte de la FIFA de que si seguía con la misma conducta recibiría una sanción. El club hizo caso omiso a tales advertencias y sorpresa, le acabó cayendo una sanción. Es cierto que hay otros clubes que pueden estar hacienda lo mismo, pero si saben hacer la trampa mejor o simplemente no están siendo investigados, mala suerte. Lo peor  o mejor, dependiendo del bando con que se mire, es que el Barça ha declarado la guerra a la FIFA, el máximo organismo del fútbol internacional. Sin embargo, no contento con ello, el Barcelona ha acabado declarando también la guerra a la UEFA por el tema de la esteladas. Y es que si donde caben dos caben tres, imagínate donde cabe uno. Así que tenemos al club haciendo la guerra contra las dos instituciones más poderosas del fútbol, y eso, por muy corruptas que sean y por mucha razón que tu tengas, no puede traerte nada bueno.

Pero no contento con este frente, el Barcelona también ha decidido iniciar otra guerra, esta más cercana, más “local” si preferís llamarlo así, pero guerra de todos modos. Esta vez el Barça se ha querido ganar la enemistad de los periodistas, que ya no podrán viajar más en el avión del primer equipo. Después de todas las restricciones que han tenido que ir soportando durante los últimos años, les ha llegado este palo. Personalmente, no acabo de entender la relación entre los éxitos de un equipo y que los periodistas viajen o no con él. Al fin y al cabo, tampoco le ha ido tan mal al Barcelona con los periodistas montados en el avión durante estos últimos años. Y en este caos institucional, tampoco podemos olvidar a los amigos de Qatar. Todavía recuerdo al presidente Bartomeu diciendo durante la campaña electoral que el próximo presidente del Barça se encontraría en el cajón un contrato de Qatar multimillonario que era irrechazable. Ironías del destino, Bartomeu fue elegido presidente y cuando fue a sacar el contrato del cajón se lo encontró vacío. Así que de momento, no hay contrato que firmar. Y luego esta el tema de "els valors", que por mucho marketing que se pueda hacer no encaja de ninguna manera con un país en el cual no saben que son los derechos humanos, o si lo saben, no los quieren entender. No hay genio del marketing, por mucho que haya estudiado en ESADE o IESE, capaz de venderle a alguien que el Barça es un club de "valors". Lo siento, pero ya no.  

Y para acabar, la cereza del pastel, conocida más bien como el fichaje de Neymar. Todavía siguen cayendo juicios e imputaciones por un fichaje en que solo la fecha parece que estaba bien escrita. Por si alguien quería más, tenemos a Mascherano (sí, Mascherano!) aceptando que ha cometido fraude fiscal y a Piqué (lo de Piqué ya no os sorprenderá) saltando una valla de tres metros en Getafe después de haber interrumpido una rueda de prensa. Sí, sí, el mismo Piqué que quiere ser presidente. Yo lo siento, pero leyendo en el diccionario el significado de la palabra “caos” (desorden o confusión absolutos) solo puedo pensar en mi Barcelona y en su caos, que por ahora, me parecen infinitos.



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