Benítez, fiel a sí mismo

Ocho de Noviembre. El Real Madrid sufre su primera derrota en toda la temporada. El último equipo en sufrirla de las cinco grandes ligas. El madridismo clama al cielo.

Cualquiera que no haya vivido el día a día del conjunto blanco se tiraría de los pelos al leer una frase como esa, pero la realidad es que muchos la podemos entender. Los resultados, cimentados en la figura de un enorme Keylor Navas, estaban salvando la papeleta a un equipo que no transmite buenas sensaciones sobre el césped, pero al espectador medio no le era posible entender que sin perder un solo partido se estuviera jugando mal. Pero así era, y por ello, vamos a resumir los problemas que se han ido constatando a lo largo de las últimas semanas.

Si bien Casemiro está siendo señalado por muchos como la principal causa de los males del equipo, hay que ser muy cautos con esa afirmación. En un primer lugar, el brasileño no entraba en el once del técnico, pero las repetidas bajas de jugadores importantes le permitieron recurrir a este jugador, y una vez Benítez le dio la oportunidad, él la supo aprovechar. El mediocentro tiene un juego que siempre ha gustado mucho al técnico en los diferentes equipos que ha dirigido, pues se trata de un perfil que emplea mucho. Físico, capaz de abarcar mucho espacio, contundente en el robo y más bien pragmático en sus funciones ofensivas. Pero poniendo a un jugador con esas características al mando del centro del campo de todo un Real Madrid, la faceta ofensiva lo tenía que notar. No hay dudas sobre la mayor lentitud de la salida de balón del conjunto merengue con Casemiro sobre el terreno de juego, pero como muchos bien apuntan, su problema no es tanto el propio como el efecto de su alineación en los demás jugadores.

Si es Casemiro quien saca el balón, no lo hace Kroos, al que Benítez adelantará la posición y se verá casi obligado a recibir de espaldas. El alemán ya ha demostrado que es uno de los referentes mundiales actuales en su puesto, el mediocentro, pero su maestría no se ha prolongado al que ocupa por esta elección del técnico, el interior. Parecido ocurre en el caso de Modric, que por su capacidad de conducción pudo seguir despuntando como principal conductor del juego blanco hasta su lesión, sin regresar bien de ella. No obstante, también es habitual ver al Madrid en 4-2-3-1 –el esquema favorito de Rafa-, pero hasta en esa disposición los roles se asemejaban a los descritos y tanto Kroos como Modric parecieron sentirse incómodos. Si por lo menos habláramos de estas situaciones como secundarias, casi asumidas y aceptadas por la solvencia defensiva del equipo, podría explicarse la apuesta de Benítez, pero no está siendo el caso. Desde la primera jornada frente al Betis, el Santiago Bernabéu ha podido ser testigo de cómo todos los equipos que le visitaban gozaban de más de una ocasión de peligro por partido, con una frecuencia de llegada al área que cuesta recordar en los últimos equipos que defendieron estos colores. Sólo Keylor Navas ha sido capaz de retrasar esta reflexión en las mentes de muchos, hasta tal punto que ha tenido que ser en su ausencia cuando perdieran y se desatara el debate. Su importancia ha cogido más nivel si cabe con el paso de las líneas en este artículo.

Por último, y con ánimo de no profundizar en un debate que tendría puntos y enfoques para hablar durante semanas, el ataque del Real Madrid está pecando del único elemento que siempre se le había presupuesto: la pegada. Un Cristiano Ronaldo irreconocible sirve para ilustrar este problema. Siendo la zona más afectada por las lesiones tras las bajas de Bale, James y Benzema -tres hombres que a todas luces deben llevar las riendas del ataque del equipo- la creación de oportunidades se ha resentido mucho. Poder alinear un ataque con Jesé, Isco y Cristiano Ronaldo tal vez aliviaba a más de uno a la hora de afrontar esa situación. Peores panoramas ha solucionado el último Balón de Oro, pero probablemente nunca se habrían podido imaginar el nivel que éste ha demostrado en estas jornadas. De nuevo un resultado maquilla su cifra goleadora, ya que suma ocho goles en once partidos, pero obviando los cinco que anotó en Cornellà-El Prat, el ratio es paupérrimo para un jugador de su nivel. No se encuentra cómodo en ningún aspecto del juego. Falla en los remates, en las combinaciones y en las decisiones, y finalmente lleva a uno a plantearse cuánto de culpa es suya y cuánta del sistema. Pero el caso es que su bajón es una realidad, y la impresión es que la recuperación está más en su mano que en la de Benítez.


Cualquiera diría que este equipo lleva una derrota en once partidos de Liga, con un balance de veintiséis goles a favor y siete en contra. Y así es. Aunque, como reconocido madridista, Benítez sepa que en el Bernabéu con ganar no basta, nunca ha brillado por su juego en los equipos que ha dirigido. Tampoco es de extrañar que Casemiro sea una figura habitual en su táctica, o que los mimbres ofensivos no sean todo lo potentes que se pudiera esperar con el cambio de esquema. Todos conocíamos a Rafa Benítez antes de su llegada al Real Madrid, y más los que deciden traerlo –o al menos eso confío-. Si bien el discurso desde su llegada no parecía conforme a su estilo, ni se ha demostrado en el campo, también es cierto que ya ha dejado detalles que no son propios de él pero que el equipo pedía, como liberar a Marcelo en ataque. Pero Rafa no engañó a nadie para conseguir este puesto. Cabe preguntarse cuánto de culpa se le puede echar a un entrenador con casi treinta años de experiencia en los banquillos por ser fiel a cómo él percibe el fútbol, y cuánta a la persona que decide que así es como quiere que juegue su equipo. Más quizá si ya había un entrenador que entendía lo que el madridista le pedía y se lo daba cada fin de semana. Desde luego, si hay algo que tiene que quedarle claro al seguidor del conjunto blanco es lo siguiente: hay margen de mejora, sí, pero si hay alguien que quiera que este Madrid funcione como ninguno, ese es Rafa Benítez. Y él sabe mucho más de esto que todos nosotros.




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