El fútbol y su burbuja

Lejos quedan los tiempos en los que un futbolista pasaba toda la vida en un club por una motivación sentimental. Y es que hace mucho que el fútbol dejó de ser un juego de sentimientos. Seré un romántico, pero el fútbol en esa época guardaba más su esencia y su motivo de ser. El fútbol que me enseño mi abuelo no entendía de contratos millonarios, sólo entendía de pasión, juego y deporte.

Hoy en día tenemos a grandes estrellas como el mismo Leo Messi, que pueden estar toda la vida defendiendo la misma camiseta, pero a cambio de renovaciones continuas e inmorales salarios. El sistema capitalista del que todos participamos, con sus cosas buenas y cosas malas,  ha encontrado en el fútbol un ecosistema donde desarrollarse de forma completa e implacable. El Dios del dinero ha conquistado este deporte, lo ha transformado en un inmenso negocio, que no cesa de incrementar con el paso de los años. Cada temporada suben los salarios, los precios de las entradas, de los fichajes, de los contratos televisivos… El fútbol se ha convertido en una burbuja que no para de crecer y que ha llegado a un punto de descontrol que puede acabar convirtiéndolo en víctima de su propio éxito. Corre el riesgo de acabar siendo algo frívolo, alejado de la sociedad, una cosa de ricos por y para los ricos. Quizás ya lo sea, aunque muchos todavía no se hayan dado cuenta.

Una de las consecuencias de esta burbuja incontrolable es el fútbol chino. Hasta hace pocos años el fútbol era un deporte desconocido en el país de la gran muralla. Sin embargo, a base de talonarios y millones, los clubes chinos se están esforzando en convertirlo en el primer deporte del país. Recientemente conocíamos la noticia de que Tévez, jugador argentino que estaba jugando en Boca Juniors con la idea de retirarse, firmaba por el Shanghai Shenhua a cambio de un salario de 80 millones de euros por dos años de contrato. El fútbol chino acababa de convertir a un jugador que estaba a punto de colgar las botas en el mejor pagado del planeta. En la misma línea, también ha empezado a fichar a grandes estrellas del fútbol europeo para que jueguen en su país, a cambio de contratos irracionales, de cifras inimaginables, que sólo contribuyen a incrementar la visión y el establecimiento del fútbol como negocio, y no como deporte.

Ahora, es el momento de que los organismos oficiales que controlan este deporte tomen cartas en el asunto, y empiecen a desarrollar una regulación sobre estas situaciones, para volver a retomar el control sobre un deporte descontrolado por un sistema en el que el dinero es su única regla. Aunque mal me temo, que son los mismos organismos que tienen el poder de cambiar esta situación (FIFA, UEFA y federaciones estatales) los más interesados en mantenerla. Y si esto sigue así, ya aviso aquí que todas las burbujas acaban de la misma manera. Petan. 

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