En el Atlético de Madrid tienen motivos para estar felices. Desde
la llegada del Cholo Simeone empieza a ser un hecho casi rutinario clasificarse
entre los ocho mejores equipos de Europa. Tiene mérito, pues el presupuesto del
equipo rojiblanco no es ni por asomo como el de otros equipos de Europa que el
viernes no estarán en el sorteo de los cuartos de final. Y es que ni el dinero
puede asegurarte estar entre los mejores equipos del continente.
Aún así, la felicidad del Atlético de Madrid no debe de ser
completa. Ayer sólo los penaltis pudieron salvar a un equipo que nunca tuvo
claro lo que quería. Y eso es raro cuando el Cholo es quién dirige desde la
banda. Una de las virtudes que lo han encumbrado como entrenador es que sus
equipos siempre han sabido a qué jugaban. Sin embargo, ante el PSV ni Oblak
parecía tenerlo claro.
Los colchoneros salieron al terreno de juego con la duda de
si ir a por el partido o esperar atrás a que jugara el rival. El once que sacó
de inicio Simeone apuntalaba el medio campo y dejaba al equipo con Griezmann
como única referencia ofensiva, pero el Atlético
se encontró disparándose un tiro al pie, pues cuando tenía el balón sólo Griezmann
era capaz de darle salida. Pero más preocupado de mirar a sus mediocentros que
al portero rival, el francés nunca fue un peligro para los holandeses y el
Atlético de Madrid perdía así su mejor baza ofensiva, justo el día en que
necesitaba marcar un gol. Entre tanto, el PSV se hacía con la posesión y con el
miedo del Calderón, que contenía la respiración cada vez que un jugador del
conjunto holandés merodeaba el área de Oblak.
La entrada de Fernando Torres cambió las cosas, el Niño fue de los mejores del Atlético, creando espacios continuamente para desespero de la defensa holandesa. Pero no fue la noche del Cholo, el cambio de Kranevitter por Carrasco nos devolvió al equipo plano y sin ideas que habíamos visto en la primera parte, justo cuando el Atlético mejor estaba en el partido. Al final, los penaltis evitaron una noche negra en el Calderón.
La entrada de Fernando Torres cambió las cosas, el Niño fue de los mejores del Atlético, creando espacios continuamente para desespero de la defensa holandesa. Pero no fue la noche del Cholo, el cambio de Kranevitter por Carrasco nos devolvió al equipo plano y sin ideas que habíamos visto en la primera parte, justo cuando el Atlético mejor estaba en el partido. Al final, los penaltis evitaron una noche negra en el Calderón.
Y es que este Atlético de Madrid aún tiene mucho que mejorar
si quiere conseguir su primera Champions League. Opciones no le faltan, sólo el
Bayern de Múnich, el Barcelona y el Real Madrid parecen, al menos a priori,
rivales superiores al conjunto colchonero. Eliminados de la Copa del Rey y con
la Liga prácticamente sentenciada a favor del Barça, todos los esfuerzos deben
concentrarse en traer la primera orejuda a casa. ¡ESTE AÑO SÍ! rezaba una
pancarta del Vicente Calderón.
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